Tal y como dijo Neret que
haría, en los siguientes tres días buscó y encontró algo con lo que Gala se podría
entretener. Así que fue a su habitación para hablar con ella.
-¿Se puede? –preguntó
dando tres toques en la puerta con educación.
-Si, adelante –contestó.
-Tengo algo para ti, pero
no puedo traértelo a la habitación. ¿Me acompañas fuera? –dijo tras abrir la
puerta verde.
Emocionada y desconfiada al mismo tiempo Gala
asintió y salió al pasillo. Siguió a Neret hasta la entrada principal de la
fortaleza y nada más salir torcieron a la derecha rodeándola. Caminaban por
encima de grandes rocas que formaban un camino algo inestable y a su izquierda
había más árboles de los que Gala jamás había visto. Árboles frondosos, de
grandes hojas y troncos fuertes. De repente se pudo ver una gran explanada de
hierba por la que Neret comenzó a caminar.
Gala temía por lo que pudiera ocurrir, se
habían alejado de la fortaleza y estaban solos. No sabía si pensar que Neret
confiaba en ella o que algo malo pasaría.
-¿Sabes montar a caballo?
–preguntó Neret.
-Mi padre me enseñó antes
de morir… –respondió entristecida -. Pero hace mucho tiempo de aquello…
Neret guardó silencio por un momento y
entonces se detuvo.
-Ahí tienes tu
entretenimiento.
Gala levantó la mirada y vio un caballo negro
precioso. Tenía unas patas fuertes, al igual que el cuello. Corría de un lado
para otro mirando a Neret fijamente y las crines se le alborotaban con los
movimientos bruscos.
-¿No vas a acercarte?
-¿Yo? –preguntó Gala
creyendo que Neret bromeaba.
-Es tu caballo, tendrás
que domarlo tú. Tómate tu tiempo.
Neret se alejó unos cuantos metros y se apoyó
en un árbol frondoso. Esperaba con los brazos cruzados, haciendo notar sus
músculos. Su melena negra colgaba por delante de su pecho, y tenía esa sonrisa
ladeada que a Gala le hacía estremecer.
Gala se armó de valor y se acercó poco a poco
al caballo, pero este huía de ella. A veces adoptaba una postura desafiante y
Gala sentía miedo, así que retrocedía varios pasos.
-Te he oído hace rato.
Sal de ahí –dijo Neret sin moverse, en un tono que Gala no podía escuchar.
-¿Te has vuelto loco?
–preguntó Draian saliendo de detrás de un árbol.
-Vamos, solo es un
caballo.
-Un caballo salvaje. Gala
se romperá todos los huesos del cuerpo si se acerca a él.
-No seas idiota. Ya está
domado. Espero que no pensaras en serio que iba a dejarla sola con un animal
salvaje…
-Pues la verdad…
Neret le interrumpió con una risa.
-No sé que siento
exactamente –dijo poniéndose serio y sin apartar la vista de Gala -. Solo sé
que cuando me mira se para el mundo y dejo de respirar.
-Es lo más cursi y
emotivo que he escuchado nunca.
Neret giró la cabeza para mirar a Draian y le
sonrió mientras levantaba las cejas.
Entonces un ruido llamó la atención de ambos.
Gala se había caído al suelo. Neret cambió totalmente la postura relajada que
tenía apoyado en el árbol y se acercó rápidamente para ver si estaba bien. Mientras,
Draian se volvió a esconder detrás del árbol.
-¿Te has hecho daño?
–preguntó Neret a Gala mientras le extendía la mano.
-No. Quita.
Gala golpeó la mano de Neret y se levantó
sola.
-¿Te regalo un caballo y
te cabreas conmigo?
-Lo haces a propósito.
-¿El que exactamente?
-Me regalas algo que
sabes que me asustará y hará que me caiga mil veces –contestó mientras le daba
un empujón con todas sus fuerzas en el pecho-. Y mientras yo me lleno de barro
te quedas mirando, riéndote de mi.
Gala volvió a golpear el pecho de Neret, pero
este seguía sin inmutarse.
-Querías entretenerte con
algo, preciosa –dijo con retintineo en la voz-. Y las cosas que entretienen no
son fáciles de hacer.
-No vuelvas a llamarme
así –dijo Gala mientras se alejaba de Neret, dirigiéndose hacia el caballo.
-¿O que? –preguntó Neret
con una sonrisa picarona en la cara mientras la seguía.
-O te arrepentirás…
Las palabras de Gala sonaban atrevidas, hasta
que se sentía intimidada o ruborizada, entonces sonaban cobardes a la par que dulces.
Neret soltó una sonrisa y volvió lentamente al árbol donde estaba escondido
Draian.
-¿Crees que me ganaré su
confianza? –pregunto Neret.
-Tal vez si, si la ves de
vez en cuanto y dejas de ser tan bestia y de tenerla encerrada en la habitación
–contestó Draian aun medio oculto detrás del árbol.
-Capto la indirecta…
-En semanas no le has
dirigido la palabra y se ha pasado los días encerrada. Pero me dices cosas que
hacen que piense que ella te interesa. No te entiendo…
-Me interesa, pero no
quiero reconocerlo. Ella no parece estar interesada en mí. Aun así… la
protegeré de todo.
-No puede estar
interesada de la noche a la mañana en alguien que prácticamente la ha
secuestrado, la ha golpeado, la ha…
Neret habló y cortó sus palabras.
-Es dulce.
-¿Qué?
-Gala, es dulce.
-Pero también tiene
carácter. Ninguno de tus soldados se atrevería a golpearte el pecho, eso
seguro.
Neret rompió a reír con los ojos fijos en
Gala, que alejada de él intentaba acariciar al caballo.
-Aun así Draian… ¿Crees
que es la indicada?
-Lo es. Y no debes
dudarlo. Porque hay algo que está claro.
Hubo unos dos minutos de silencio hasta que
Neret cansado de esperar decidió hablar.
-¿Y que es? ¿Qué está
claro?
-Mírala.
Neret así lo hizo, y sonrió levemente.
-Ahí tienes tu respuesta
–dijo Draian-. Jamás has sonreído al mirar a una mujer. Y no lo harás si no es
por ella.
Se alejó entre la espesura del bosque y Neret
siguió apoyado en el tronco, aunque ahora mucho más pensativo. Pero algo hizo
que su mente se pusiera en blanco por unos instantes. Gala se asustó por un
sonido que su “mascota” hizo y se cayó al suelo, llenándose de barro.
-¿No tenías más sitio
para caerte que el único trozo de barro que hay? –preguntó Neret entre risas a
medida que se acercaba caminando a ella.
-Eres idiota.
-Yo al menos jamás me he
llenado de barro por una caída.
Neret levantó del suelo a Gala y la cogió en
brazos sin ningún tipo de esfuerzo. Parecía que para él, Gala no pesaba más que
la hoja más ligera del bosque.
-Tal vez por una caída
no…
Antes de que Neret pudiera entender las
palabras de Gala, esta le había manchado la cara de barro con sus manos y se
había escabullido de sus brazos. Neret comenzó a correr detrás de ella y sin
duda, nada le costó alcanzarla.
-Ven aquí –dijo serio
mientras la agarraba de un brazo y la daba media vuelta para que le mirara.
Gala sintió pánico por un momento, él ya la
había golpeado antes. Pero entonces Neret la acercó a su torso cálido,
agarrándola por la cintura y le apartó un mechón de pelo de la cara, colocándoselo
detrás de la oreja. Entonces ella se relajó y le miró fijamente a los ojos.
-A otra persona le habría
cortado las manos –afirmó Neret.
-Eso solo quiere decir
que eres un bestia.
-O que jamás te haría
daño.
Gala se ruborizó e intentó librarse de los
brazos de Neret que la sostenían por la cintura. Pero este la agarró aun con
más fuerza y se inclinó para rozar sus labios.
-Para –suplicó Gala con
la voz entrecortada.
Neret se detuvo en seco y adoptó de nuevo su
postura firme.
-Vámonos –dijo.
Comenzó a caminar en dirección a Drukan, ya
se hacía de noche y a Gala le atemorizaba un poco el bosque, así que le siguió
de cerca.
Cuando llegaron, Neret desapareció pronto de
su lado. Así que la joven fue directa a su habitación y tras darse un baño, se
metió en la cama, esperando que al día siguiente todo siguiera bien con su
protector, Neret.