Plata

Cuenta la leyenda que para finalizar la batalla de los dioses por tener poder absoluto en la Tierra, Ares mató a Hefesto tras arrojar al mundo deseado el collar de plata que colgaba de su cuello, al que dotó de dones excepcionales para que la paz reinara en la Tierra. Sin saber esto, Ares lanzó su ira hacia toda criatura viviente en ella. Su primer intento solo hizo que la inmensa plata que ahora abrazaba la Tierra se rompiera en dos, pero al segundo intento toda su violencia y fuerza se reflejaron en el perfecto metal y murió abatido por su propio poder de destrucción. La plata se redujo hasta adoptar la forma perfecta para el cuello de un ente de ese planeta y se unió por una gema de gran poder. El amor entre dos seres humanos puede traer la paz a los reinos divididos, pero la guerra entre humanos, elfos, semielfos y bestias decidirá si reina el bien o el mal.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cuatro

  Un hombre con armaduras oscuras agarraba las riendas de su caballo mientras rodeaba a Gala con los brazos para que no se cayera de este. La cabeza de Gala descansaba en su pecho y el pelo largo de ambos se mezclaba creando un color rojo oscuro. Después de galopar durante horas por un bosque inmenso, ella por fin abrió los ojos.
-¡Suéltame! –gritó asustada al ver que tenía las manos atadas.
-¿Suéltame? Te despiertas en un caballo, sin saber hacia donde se dirige, sin saber quien lleva las riendas y sin saber que pasó antes de quedarte inconsciente… ¿Y eso es todo lo que dices?  -dijo riendo el hombre.
-Me choqué con algo.
-Exactamente con Leteo.
-¿Leteo?
-Mi caballo.
-Bonito nombre… ¿Puedes soltarme?
-Puedo.
  Gala esperó un rato antes de decir nada, creyendo que en cualquier momento pararía el caballo y la soltaría, pero no fue así.
-¿Y bien? –preguntó inquieta.
-No voy a soltarte.
-Pero dijiste que…
-Que podía –dijo rápidamente -. No que fuese a hacerlo.  
-Bájame del caballo por favor, no puedes hacerme esto…
-Si me lo pides así…
  El hombre hizo parar al caballo y la bajó, pero no la soltó, sino que ató otra cuerda a sus manos y la agarró con fuerza.
-¿Estás más cómoda?  -preguntó irónicamente mientras hacía que Leteo volviera a caminar despacio.
  Gala frunció el ceño y sin decir nada comenzó a caminar.
-¿Qué vas a hacer conmigo? –preguntó después de unos minutos con tristeza en la voz.
-Nada.
-¿Por qué me atas entonces?
-Porque sólo así vendrás conmigo.
-¿A dónde?
-Deja de hacer preguntas. Yo no te he hecho ninguna –dijo intentando ocultar la verdad.
-Pregúntame lo que quieras…
-¿Qué hacías corriendo a esas horas de la noche en ese bosque?
-Estaba escapando.
-¿Escapando? –preguntó serio mientras mandaba parar a Leteo.
-Me encerraron en un calabozo, pero conseguí escapar gracias a una chica –contestó mientras miraba el brazalete que ella le dio.
  El hombre bajó del caballo, apartó el pelo del cuello a Gala y tras ver una piel perfecta la miró fijamente.
-No me hagas daño… -suplicó ella.
-No te han marcado.
-No te entiendo. ¿Cómo que marcado?
-¿Se llamaba Reyen?
-Si… ¡Eres uno de ellos! –gritó mientras tiraba de la cuerda para soltarse.
-¡No! Tranquila, no voy a hacerte daño –dijo mientras le agarraba los brazos -. Reyen tiene una marca en el cuello, una S, indica que es un semielfo. Todos los que le sirven tienen esa marca, incluidas las chicas que encierra allí. A eso me refiero. ¿Te hizo daño?
-Eso ya no importa, ahora solamente quiero volver a casa. Por favor suéltame…
-No puedo, tengo que…
  Un ruido le interrumpió. Gala se dio la vuelta y vio a doce soldados acercándose a caballo.
-¿Quiénes son? ¿Qué buscan? –preguntó Gala nerviosa.
  Él no contestó. Se puso tenso y movía los ojos sin centrarse en un punto fijo, como si estuviera pensando en algo importante, tomando una decisión.
-Hemos encontrado el camino –le dijo uno de los hombres.
-Bien, pues vamos –dijo serio.
  Al fondo había una figura élfica que llamó la atención de Gala porque no quitaba sus intensos ojos verdes de encima de ella. Se sintió intimidada y entonces él se acercó y se presentó.
-Hola, me llamo Draian –dijo con una sonrisa encantadora y serena.
-Yo soy Gala.
-Supongo que nuestro líder Neret se ha presentado, ¿verdad?
-No… -respondió con timidez.
  Draian echó una mirada al hombre de las armaduras oscuras con el que ella había estado hablando desde que abrió los ojos y entonces este habló.
-Yo soy Neret.
-Espero que haya estado estas horas un poco más comunicativo contigo Gala –dijo Draian.
-Nos vamos –dijo Neret con el ceño fruncido mientras subía a su caballo -. Llévala tú Draian.
  Draian subió a Gala al caballo y le guiñó un ojo. Sin duda ella pensaba que él era una buena persona, pero también lo pensó de Alejandro…
-¿Puedo preguntarte algo Draian? –le dijo cuando se pusieron en camino.
-Claro –contestó.
-¿Qué hará conmigo?
-¿Neret? No te preocupes, él hace años que no toca a una mujer y menos si ella no le da su consentimiento.
-¿Por qué?
-Porque es un gran líder.
  Gala permaneció en silencio hasta que reconoció la fortaleza de Reyen. Estaba allí de nuevo y pensar en todo lo que había pasado dentro de esos muros hizo que un escalofrío le recorriese el cuerpo.
-Parar –ordenó Neret.
  Se acercó rápidamente  a Gala, la bajo del caballo y volvió a montarse en Leteo con ella.
-Neret, no lo hagas –dijo Draian -. Te arrepentirás toda tu vida.
-Lo sé –contestó.

  Gala no sabía de qué hablaban, pero estaba segura de que no era bueno para ella. Los ojos azules de Neret se clavaron en los suyos, eso le dio cierta sensación de protección, pero se había puesto tan serio de un momento a otro que no dejaba de pensar que iba a entregarla a Reyen. Neret entró en la fortaleza sin dudar un segundo, ahora el destino de Gala dependía de él.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Tres

  Gala fue arrastrada por los pasillos de los calabozos hasta que finalmente la empujaron a una mazmorra húmeda y oscura. Los dos soldados se acercaron a ella y mientras uno le soltaba las manos, el otro le rasgaba su largo vestido blanco, convirtiéndolo en una especie de camisón corto y ajustado en la cintura,  tal y como había pedido Reyen, “verla con una ropa más apropiada”, más apropiada para agradar a sus ojos. Después cerraron la puerta de barrotes negros y se alejaron por el mismo camino.

                                

 -Veo que habéis terminado vuestro trabajo –dijo Reyen a los dos soldados que acababan de entrar en la sala.
  Ellos asintieron con la cabeza al mismo tiempo y se pusieron firmes junto a la puerta.
-Bien hecho – dijo mirando las telas rasgadas del vestido de Gala que uno de ellos llevaba en la mano.
  Alejandro respiró profundamente, agachó la cabeza y cerró los ojos por unos segundos.
-Deja de culparte, de ser débil, de llorar y de arrepentirte –le dijo Reyen -. Mis soldados no hacen eso. ¿Está claro?
-Yo no soy un soldado –contestó mientras levantaba la cabeza.
-Eres un hombre inteligente, por eso eres mi mano derecha. Sé que sabes lo que te conviene hacer.
-Háblame de ese trabajo –dijo Alejandro mientras miraba a un punto fijo en el suelo.
-Quiero que vayas al norte, a Siliot.
-¿A Siliot? –preguntó sorprendido -. ¿Qué hay allí? Sólo es una pequeña aldea.
-Planeo atacarla. Averigua si Neret la defiende o sólo es una aldea abandonada en los alrededores de su reino.
-Neret jamás protege sus tierras.
-¿Cómo lo sabes?
-Es obvio, él es el líder más temido, nadie le ataca así que no tiene que defender nada.
-Puede que tengas razón, pero quiero estar seguro. Partirás dentro de dos días.
  Alejandro asintió con la cabeza y avanzó hacia la puerta de la sala.
-No vuelvas a tocarla –le gritó a un soldado mientras le quitaba de las manos los trozos del vestido de Gala.
-No des órdenes a mis soldados –dijo Reyen -. Quieres dejar tu trabajo así que ahora no eres más que ellos.
-Entonces puede ir a Siliot cualquier otro, ¿no?
-Que hagas mejor tu trabajo no quiere decir nada.
-De acuerdo… Si no quieres que les de ordenes, dáselas tú –dijo mientras abría la puerta -. Ordénale que no vuelva a tocarla.
  Alejandro salió de la sala y golpeó la pared del pasillo en un ataque de ira. Sabía que estaba perdiendo el respeto y la protección del líder, y eso le perjudicaría mucho. Reyen acabaría utilizándole y dejaría de tratarle como a un hermano. Mientras él salía de la fortaleza para respirar aire puro, Gala se ahogaba entre cuatro paredes. Estaba sentada, con la espalda apoyada en la pared del fondo. Intentaba encontrar una forma de abrir la puerta y salir corriendo, de escapar de ese lugar. Descansó la cabeza echándola hacia atrás y fue entonces cuando vio una pequeña ventana en lo alto de la pared. Se levantó corriendo y empezó a saltar para comprobar si llegaba a agarrarse a los dos barrotes que tenía, pero estaban demasiado altos. Al momento escuchó unos gritos, por suerte para Gala las paredes tenían en el medio un insignificante agujero desde el que se podía ver el calabozo que estaba al lado. Miró y vio a una chica, tenía la piel sucia y su pelo negro estaba revuelto.
-Hola –le susurró Gala cuando los guardias se alejaron.
-¿Te acaban de encerrar? –le preguntó con una pequeña sonrisa.
-Si. Parece que te alegras de ello…
-Lo siento… Hace mucho tiempo que no hablo con nadie…
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?
-Seis meses.
  A Gala se le encogió el corazón, sabía que ella no aguantaría tanto tiempo.
-Tengo miedo –dijo Gala
-Yo también lo tenia la primera vez que me encerraron aquí.
-¿Ahora ya no?
-No… Porque lo que te hacen cuando sales de estas cuatro paredes es mucho peor que estar aquí sola encerrada…
-¿Has intentado escapar?
-No se puede salir de aquí. La única posibilidad es la ventana, pero algunas tienen demasiados barrotes.
-Esta ventana tiene dos.
-¿Sólo dos? –le preguntó extrañada -. No he visto ninguna que tenga menos de cuatro.
-Está demasiado alta así que tampoco importa cuantos barrotes tenga.
-Intenta agarrarte en las piedras de la pared. Esta será la única oportunidad que tendrás para escapar.
  Gala probó a hacer lo que la joven le había dicho, pero era mucho más difícil de lo que pensaba. Se cayó al suelo muchas veces, haciéndose  heridas en las manos, pero en su mente sólo había lugar para las palabras de la chica, “esta será la única oportunidad que tendrás para escapar”, así que lo siguió intentando hasta que finalmente alcanzó un barrote.
-¡Ya está! –dijo Gala.
-Ahora intenta…
  Un gran ruido cortó sus palabras. Gala se cayó al suelo junto con el barrote del que estaba prácticamente colgada.
-¿Estás bien? –le preguntó la chica.
-Si, estoy bien.
  Se escucharon unos pasos por el pasillo y Gala escondió el barrote detrás de ella.
-¿Qué ha sido ese ruido? –le preguntó un soldado.
-No he escuchado nada –mintió Gala.
  El soldado frunció el ceño y se alejó despacio. Gala respiró profundamente y volvió a intentar agarrarse al barrote de la ventana.
-Apóyate en el muro, suelta el barrote –susurró la chica.
  Así lo hizo Gala y a los pocos minutos pudo sacar su cuerpo al exterior. La ventana estaba a ras del suelo y se manchó el cuerpo con la tierra húmeda. Luego se agachó para mirar hacia dentro por la ventana y miró a la chica con tristeza.
-¿Cómo te llamas? –le preguntó Gala.
-Selene –contestó.
-Gracias Selene, no lo habría conseguido sin ti… -le dijo -. ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
-Toma –le dijo mientras se quitaba un brazalete de cobre y se lo lanzaba -. Si alguna vez pasas por Lutiat dáselo a mi madre, se llama Mireia.
-Te prometo que lo haré.
-Ahora corre –susurró -. No dejes que te cojan. Si lo hacen te matarán…
-Gracias… -dijo de nuevo Gala.
  Selene le dedicó una pequeña sonrisa y ella se alejó entre los matorrales hasta adentrarse en un bosque. La luz de la luna no era suficiente para ver donde pisaba y las sombras de los árboles le aterraban. Después de correr durante minutos sin descanso, su corazón comenzó a latir rápidamente al escuchar unos pasos de caballo. Intentó correr más deprisa mientras miraba cada poco el camino que dejaba atrás y derepente se golpeó en la cabeza con algo duro pero de tacto suave. Se cayó al suelo húmedo y antes de quedarse inconsciente sólo pudo ver una imagen borrosa de un caballo negro y a un hombre con armaduras acercándose a ella con decisión.


domingo, 18 de septiembre de 2011

Dos

  Pasados tres días Alejandro se puso en camino y llegó a Histeanía, la pequeña aldea en la que se encontraba gala.
-Hola Gala…
-¡Has vuelto! –exclamó mientras se lanzaba a abrazarle.
-Gala yo… me preguntaba si te gustaría venir conmigo a un sitio, algo lejos de aquí.
-¿A dónde?
-Digamos que es una sorpresa –dijo esquivando su pregunta.
-De acuerdo -Gala rió -¿Cuándo nos vamos?
-Lo antes posible. ¿Mañana te parece bien?
-Claro, no perdamos el tiempo –contestó con dulzura.
  Alejandro estaba seguro de que nada malo le ocurriría a Gala, pero eso no hacía que dejara de pensar sobre que hablarían Reyen y ella. Reyen podría tratarla como una invitada, pero ¿qué le diría sobre él? ¿Quién le diría que es? Estaba asustado, ahora la duda asaltaba su ser y solo quería llevarla allí y desaparecer lo antes posible.

  Al amanecer se pusieron en camino montando los dos en el caballo de Alejandro.
-¿Cuánto tardaremos en llegar? –preguntó Gala.
-No puedo decirte nada.
-¿Por qué no? Ni que me llevaras a una muerte segura –bromeó.
 Alejandro guardó un largo silencio antes de responder.
-Ya te dije que era una sorpresa.
-Pero sólo quiero saber…
-Mucho –la cortó Alejandro –queda mucho para llegar. No esperes estar allí antes de que oscurezca.
  Gala pensó por un instante que algo malo iba a pasar, pero la armonía del bosque por el que estaban cabalgando hizo que dejara de lado esos pensamientos. Así que se aferró a la espalda de Alejandro apoyando su cabeza en ella y haciéndole estremecer.


  Al fin llegaron, como dijo Alejandro, no antes de haber oscurecido. Gala miraba a su alrededor desconcertada, se preguntaba quién viviría en ese lugar.
-Bueno, ya estamos aquí –dijo Alejandro después de respirar profundamente.
-¿Qué vamos a hacer en este lugar? –preguntó Gala.
-Aquí vive un viejo amigo, quiero que le conozcas.
-¿Por qué?
-Porque es importante para mi –respondió después de pensar unos segundos.
-¿Es importante para ti que conozca a un amigo tuyo? –dijo riendo -. De acuerdo, le conoceré encantada, pero dime que esta no era la sorpresa…
-Tendrás tu sorpresa mañana, en cuanto nos vayamos de este lugar –le prometió.
  Gala le miró entusiasmada.
-¿Entramos? –preguntó Alejandro mientras señalaba con la cabeza el edificio fortificado.
-Hemos venido hasta aquí para eso –contestó Gala mientras empezaba a caminar hacia la enorme puerta de madera, en la que había a cada uno de los lados un soldado armado.
  Alejandro dirigió a Gala por los pasillos hasta llegar a la sala principal, donde Reyen estaba la mayor parte de su tiempo sentado en su trono, dedicándose básicamente a dar ordenes al resto.
-Bienvenida Gala –dijo Reyen mirándola de arriba a abajo nada más que entró en la sala detrás de Alejandro.
-Te presento a Reyen –dijo Alejandro antes de que Gala pudiera hablar.
-Encantada –susurró Gala con timidez.
-No te escondas detrás de Alejandro. Acércate –le pidió Reyen.
  Alejandro hizo un amago de agarrar el brazo de Gala para que no diera ni un paso, pero no quería mostrar miedo, así que la dejó avanzar hasta el medio de la sala, donde ella se detuvo y se dio media vuelta por un instante para mirarle. Sobró tiempo para que Reyen levantara la mano y apuntara con dos dedos hacia Gala. En ese instante dos soldados se dirigieron a ella y le ataron las manos. Alejandro corrió a defenderla, pero otro soldado le golpeó en la cabeza y le agarro con fuerza.  
-¡Dijiste que no sufriría! –grito colérico Alejandro.
-Y no sufrirá. No demasiado –dijo Reyen.
  Gala estaba aterrorizada, no entendía nada y sólo miraba fijamente hacia Alejandro con pánico en los ojos.
-¡Eres un líder pésimo! –dijo Alejandro
-No. Soy un líder que sabe lo que quiere y como conseguirlo. Ahora harás el trabajo que tengo para ti y además la tengo a ella –dijo Reyen mientras hacia que Gala se arrodillara en el suelo delante de él.
-¡No lo haré! ¡No haré nada!
-Créeme, si lo harás. Dudo que quieras ver a tu querida Gala en mi sala de tortura.
  Hubo un silencio inquietante. Gala no se atrevía a decir nada y Alejandro la miraba con los ojos llorosos.
-Dime Gala, ¿te ha dicho Alejandro quien es en realidad? ¿Te gustaría saberlo? –dijo Reyen.
-¡No! Por favor… -susurró Alejandro, temiendo perderla.
-Él no es más que la persona que trae a chicas como tú aquí, para que mi ejército y yo hagamos lo que queramos con ellas.
-¿Es eso cierto? –preguntó Gala.
-Lo siento… -contestó Alejandro -. No quería que nada de esto pasara…
-Mejor que haya pasado –le interrumpió -. Al menos ahora se la verdad, sé quien eres…
-Haré lo que quieras Reyen… pero no le hagas daño… -dijo Alejandro.
-Comencemos a hablar de negocios –dijo Reyen con una sonrisa malvada en la cara -. Llevad a Gala a los calabozos y la próxima vez que la vea espero que tenga una ropa más apropiada.
  Los soldados asintieron y se la llevaron entre gritos. Ahora Gala solo tenía un objetivo, escapar de ese lugar.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Uno

  Las corazas color cobre de aquel caballo negro reflejaban el sol de la madrugada. Su profunda respiración era para Gala un estruendo en su cabeza. Agachada debajo de un carro de paja escuchaba gritos y veía espadas llenas de sangre.
-¡Rápido! Quemad las casas y matad a los prisioneros. ¡Aquí no está! Perdemos el tiempo. –gritó el hombre del caballo a sus soldados.
  Tenía una armadura oscura y su piel no se dejaba ver más que alrededor de los ojos, a través de un casco que le hacia aún más temible.
  La aldea de Gala fue destruida en apenas unos minutos. Todo lo que conoció en sus ocho años de vida estaba ahora hecho cenizas. Era demasiado pequeña para saber que buscaban, pero no para sentirse sola, confundida y aterrorizada. Una familia la acogió tres días después de la masacre, cuando se enteraron de que sus padres habían sido asesinados. Tal vez no se diera cuenta, pero su destino tenia mucho que ver con aquellos soldados a los que con todas sus fuerzas quiso olvidar en los próximos nueve años.



  Gala se había hecho toda una mujer a pesar de sus diecisiete años de juventud. Era una chica humilde, de gran corazón. Pero era más conocida por su valentía y coraje. Ansiaba la libertad y nada la detenía si quería algo. Alejandro, un hombre fuerte pero de apenas veintidós años fue quien la protegió siempre y se ganó su confianza. Su pelo era oscuro como la noche y sus ojos de un color miel apagado. Gala siempre los envidió.
-¿Cuándo te dejarás domar? –dijo riendo Alejandro mientras saltaba la valla de la casa de Gala- He visto como te ofrecían compromiso de nuevo.
-Estar atada no es lo mío, además, ¿Qué felicidad puede surgir al entregarte a quien no amas?
-Tal vez si te abrieras a alguien descubrirías que le quieres… ¿no crees?
-Puede ser, de todas formas ya sabes que…
-Si, lo se –la cortó rápidamente- puedes valerte por ti misma desde que la familia que te acogió te abrió la puerta para que salieras a buscarte la vida.
-No es sólo buscarme la vida. Es ser algo más.
-¿Algo más?
-Si, tener una historia que contar. Tener una vida distinta a la del resto. Ser una leyenda.
-Está bien, si es lo que deseas adelante –dijo mientras le dedicaba una sonrisa como dándole la razón a una niña pequeña- los dos sabemos que una mujer luchando en batalla no es lo más apropiado. Te gustaría alzar una espada para defender la justicia, pero no puedes cambiar años de tradición sólo porque que creas que es algo emocionante. Un campo de batalla no es lugar para una dama y menos aún si esa dama es tan frágil como tú.
-¿Vienes? –preguntó una voz cortante a Alejandro desde un caballo-
-Por supuesto Reyen –contestó con firmeza- Gala tengo que irme, estaré de vuelta en unos días.
  Ella nunca entendía el por qué de sus viajes, ¿por qué desaparecía siempre unos días a la semana? Él nunca se lo quiso explicar así que solamente asintió con la cabeza mientras miraba al hombre del caballo, quien lucía media melena de un rubio oscuro. Los rasgos de su cara eran sin duda armoniosos, pero dentro de esa armonía había algo inquietante que mostraba en su mirada. Tenía unos ojos profundos y oscuros. Se quedo hipnotizada con esa mirada que no se apartaba de ella.

  Se alejaron galopando por el camino de tierra que levantaba polvo a su paso. Al caer la noche llegaron a la fortaleza donde Reyen y su ejercito se refugiaban. Reyen era un hombre poderoso, dominaba toda la parte sur de la península. Era un líder voluble excepto por su afán de conseguir poder.
  Dejaron los caballos y recorrieron cuatro pasillos hasta llegar a la sala principal, donde se veía al fondo un gran trono de color oro y terciopelo rojo. A los lados de la sala había mesas largas y bancos de madera oscura en los que estaban sentados bebiendo vino los jefes de batería del ejercito de Reyen. Los azulejos blancos y negros del suelo daban sensación de frío y las lámparas de araña alumbraban la sala, junto con la tenue luz de la luna que entraba por los ventanales.
-Tengo un nuevo encargo para ti, Alejandro –dijo Reyen mientras se sentaba en el trono.
-Te dije que quería acabar con esto. No quiero seguir –protestó.
-Y yo te dije que no puedes dejarlo si no quieres acabar muerto. Eres mi mano derecha, mi fiel mensajero e intermediario…
-¡Lo que hacemos no está bien! –dijo con ira Alejandro cortando la palabra a Reyen-. Secuestrar mujeres para tenerlas de esclavas, intercambiarlas como si fuesen animales… No quiero que pese en mi conciencia durante el resto de mi vida.
-Llegas tarde para eso ¿no crees? Pesará en tu conciencia, lo dejes ahora o no.
-Nunca es tarde para hacer lo correcto
-Es esa mujer –dijo entre carcajadas Reyen-. Te ha robado el corazón con sus encantos y ahora quieres ser el hombre perfecto. Pero por dejar esto no vas a ser más noble. Lo hecho, hecho está.
-No metas a Gala en esto –rugió a Reyen.
-Gala, así que ese es su nombre… -dijo con voz interesada.
  Reyen se quedó en silencio durante unos segundos mientras Alejandro estaba de pie en el medio de la sala.
-Te propongo algo –dijo Reyen con voz misteriosa-. Tráela aquí, a mi fortaleza. Si lo haces…eres libre.
-¡No! ¡Jamás! –gritó-. Nunca te entregaré a Gala. No se lo merece y yo sería incapaz de hacer algo malo para ella. Además, yo ya soy libre. No soy tu esclavo.
-No, no eres mi esclavo. Pero sabes que no puedes desaparecer del mapa tan fácilmente. Si quieres dejar todo esto sin tener la cabeza separada del cuerpo, te recomiendo que aceptes mi trato. No sufrirá, la trataré como una invitada. Sólo quiero comprobar si eres digno de mi confianza como para dejarte ir sin matarte. Tráela, y serás libre.
-¿Podré irme con ella? –preguntó.
-Podrás. ¿Aceptas?
-Acepto… -contestó, sin darse cuenta del error que había cometido.
  Alejandro se enamoró de Gala nada más conocerla. Se enamoró de sus ojos color esmeralda y de su pelo anaranjado, de su palidez, incluso de su aroma. Le embelesó su risa dulce y sus palabras humildes buscando justicia. Él nunca le haría daño, al menos no queriendo.