Plata

Cuenta la leyenda que para finalizar la batalla de los dioses por tener poder absoluto en la Tierra, Ares mató a Hefesto tras arrojar al mundo deseado el collar de plata que colgaba de su cuello, al que dotó de dones excepcionales para que la paz reinara en la Tierra. Sin saber esto, Ares lanzó su ira hacia toda criatura viviente en ella. Su primer intento solo hizo que la inmensa plata que ahora abrazaba la Tierra se rompiera en dos, pero al segundo intento toda su violencia y fuerza se reflejaron en el perfecto metal y murió abatido por su propio poder de destrucción. La plata se redujo hasta adoptar la forma perfecta para el cuello de un ente de ese planeta y se unió por una gema de gran poder. El amor entre dos seres humanos puede traer la paz a los reinos divididos, pero la guerra entre humanos, elfos, semielfos y bestias decidirá si reina el bien o el mal.

domingo, 29 de julio de 2012

Nueve

  Neret nunca tuvo mucha delicadeza, no sabía como actuar con dulzura de continuo. Cuando quería hacer algo lo hacia como una orden a sí mismo. Así que con Gala a hombros llegó a la habitación que estaba al lado de la suya. La dejó en el suelo y le abrió la puerta verde caballerosamente.
-Espero que sea de tu agrado –dijo Neret.
  Gala entró en la habitación y se sorprendió al ver que era totalmente igual que la otra, excepto por el tamaño, esta era mucho más espaciosa.
-En la otra  habitación tenía ropa –dijo Gala.
-En esta también y te aseguro que te gustará mucho más.
-¿Eso quiere decir que te gusta más a ti? –pregunto enfurruñada.
-Exacto –contestó mostrando sus dientes blancos.
  Neret cerró la puerta de la habitación dejando a Gala dentro y se fue caminando despacio siendo consciente de que necesitaba su chaleco para cubrirse.

-Al fin te encuentro. ¿Dónde te habías metido? –preguntó Draian a Neret en la entrada principal.
-Yo estaba con…
  Draian no le dejó acabar de hablar.
-Ya, vale. No haré comentarios al respecto –dijo sonriendo -. Toma tu chaleco, supuse que lo buscarías.
-Oh si, gracias.
-Deberías hacerle un regalo –sugirió Draian tras un corto silencio -. Lo he estado pensando y tal vez darle algo significativo haga que se sienta más cómoda y que vea que aquí está bien.
-¿Un regalo?
-Si Neret, un regalo. Para ti es difícil de asimilar, pero cuando una persona quiere a otra normalmente le regala algo significativo.
-¿Desde cuando?
-¿Sabes que? Olvídalo –dijo Draian desesperado -. No tienes que entenderlo, simplemente hazlo. ¿De acuerdo?
-Está bien…
  Draian sonrió.
-Te echo una carrera –dijo el elfo mientras echaba a correr, sabiendo que Neret no tardaría dos segundos en perseguirle.
  Draian y Neret se comportaban como niños cuando estaban a solas. Disfrutaban haciendo tonterías que delante de los soldados no podían, especialmente Neret. Debía mantener la apariencia de un líder duro, fuerte y justo. Aunque realmente lo fuera no podía permitirse el lujo de tomarse un descanso y dejar de estar firme delante de cualquiera que no fuera Draian, su mejor amigo desde antes de que pudiera recordar. Se protegían mutuamente y maduraban en un abrir y cerrar de ojos si alguien podía verles. Su amistad estaba basada en la confianza y reforzada por el tiempo. Ambos sabían que nadie les separaría.



  Pasaron dos semanas y a pesar de que Neret no se acercó prácticamente a Gala por falta de tiempo, no hubo ningún intento de huida por parte de la joven, así que podría decirse que fueron dos semanas tranquilas.
-¡Cállate! –gritó alguien desde el interior del castillo.
  Neret estaba fuera con los caballos, y miró para el ventanal del que provenía la voz masculina. Era el de la habitación de Gala.
  Corrió hasta llegar a la habitación de puerta verde y por segunda vez arrancó el cerrojo debido a la preocupación que sentía. Nada más entrar vio como uno de sus soldados agarraba las manos de Gala y la mantenía pegada a su cuerpo. Sin vacilar, Neret se abalanzó sobre él, recibiendo un puñetazo que hizo que su labio comenzara a sangrar, pero no dejó de darle golpes hasta que solo quedó un cuerpo inconsciente en el suelo.
-¿Te encuentras bien? –preguntó a Gala, que se encontraba de pie al lado de la cama, más pálida de lo normal.
-Si… –susurró.
-¿Te ha molestado alguien más?
-No…
  Sin decir ni una sola palabra más, Neret salió de la habitación y al segundo entraron dos soldados para llevarse el cuerpo del hombre caído.
  Gala se sentó en la cama sin pestañear, añorando el calor de su hogar. Incluso aquel tiempo en el que podía correr hacia Alejandro y sentirse amada. Pero eso era pasado, sabía que debía aguantar allí, aunque a partir de ahora las cosas serían distintas. En las últimas dos semanas había intentado no llamar la atención, algo casi imposible por las ropas que Neret le había dejado en el armario, ya que eran chalecos y pantalones cortos de cuero ajustado. No eran apropiadas para pasear con ellas, ni para cualquier otra función. Tampoco había intentado huir, ni dio problemas a Neret, pero a partir de ahora su comportamiento debería ser mucho más rebelde, si no más soldados intentarían forzarla pensando que ella no se resistiría.


  Gala se dirigió al comedor después de unas horas, al atardecer. Y bajó a la cocina por las escaleras de piedra que había nada más entrar a la izquierda.
-¿Puedo ayudarte en algo? –le dijo una mujer con amabilidad.
-No… Bueno… Yo me preguntaba si podría ayudar en algo…
-¿Ayudar? –preguntó sorprendida -. Esto es la cocina, no creo que a Neret le guste que estés aquí. Deberías volver a tu habitación…
  Un chirrido de una de las puertas de la cocina llamó la atención de ambas. Draian había escuchado la conversación e intervino en ella evitando una situación incómoda.
-Veo que has conocido a la mejor cocinera de Drukan.
-No he tenido la oportunidad de presentarme formalmente –dijo Gala.
-Lo siento –añadió la mujer -. Me llamo Rebecca.
  La cocinera tenía una larga melena ondulada de color castaño, a juego con unos ojos algo más oscuros. Sus facciones eran finas y su cuerpo delgado. Vestía con una falda anaranjada que llegaba hasta el suelo, cubierta en una pequeña parte con un delantal blanco a juego con su camisa, que estaba metida por dentro de la falda.
-Yo soy…
  Rebecca la interrumpió.
-Gala. Lo sé. Todo el mundo lo sabe.
  De nuevo Draian intervino dirigiéndose a Gala.
-Siéntate –dijo amablemente señalando una silla que estaba al lado de una mesa, en el centro de la cocina -. Estoy seguro de que Rebecca encontrará algo con lo que la podrás ayudar.
  Draian cogió con delicadeza el brazo de la cocinera y la hizo avanzar pasando un par de arcos de ladrillo que llevaban a otras salas de cocina. A esa distancia no podía escuchar la conversación que mantenían, pero si podía verles. Draian parecía intentar convencer a Rebecca de algo, y ella movía la cabeza de forma negativa.
  De nuevo la puerta chirriante llamó la atención a sus espaldas.
-¿Qué haces aquí? –dijo Neret muy serio.
  Gala señaló a Draian y a Rebecca sin dejar de mirar a Neret.
-Me preguntaba si podía hacer algo de utilidad. No puedo estar todo el día encerrada en la habitación.
-Yo te buscaré algo con lo que entretenerte. Dame tres días.
  Neret levantó la mirada hacia su amigo y Rebecca, y Gala copió su gesto. Draian acariciaba con delicadeza el rostro de la cocinera y la miraba como si estuvieran solos en el mundo.
  Draian estaba enamorado, no había duda.

domingo, 22 de julio de 2012

Ocho

  Neret y Gala salieron de la caseta de piedra y se dirigieron al comedor del castillo. La sala de suelo de  mármol blanco estaba llena de mesas largas y bancos. Del techo colgaban estandartes de color negro y en las paredes había ventanales  muy altos que llamaban la atención nada más entrar, pero no en el caso de Gala, que se moría por comer cualquier cosa de toda aquella comida que estaba encima de las mesas en bandejas de plata.
-Sírvete –dijo Neret dirigiéndose a Gala.
  Ella entró en la sala casi corriendo, habría actuado de forma más reservada y tímida de no ser porque en la sala no había nadie. Neret sonrió y se alejó por el pasillo.
-Hola Gala –dijo una voz desde la puerta a los quince minutos.
  Gala levanto la cabeza y miró aquella figura inconfundible. Su perilla y su melena rubia por debajo de los hombros le caracterizaba entre tantos soldados de pelo moreno. Entre algunos mechones mostraba dos orejas largas y acabadas en punta, ambas adornadas con dos aros color oro. Su tez, casi tan pálida como la de Gala mostraba unos rasgos faciales llenos de encanto y serenidad. Tenía una gran altura, pero no la suficiente como para sobrepasar a Neret. Era delgado y mucho menos musculado que los soldados que la joven había visto hasta entonces, pero seguro que era más ágil y sigiloso. Con el estómago lleno y la mente mucho más despejada que los últimos días, Gala al fin reconoció un elfo situado en la puerta y se quedó hipnotizada con sus ojos, parecían hechos de cristal verde. Y entonces aquella voz volvió a hablar.
-Siento que te encuentras mejor. Eso me alegra.
-Si, Draian  –dijo Gala -. Aunque la cabeza todavía me da vueltas. Ayer me di un buen golpe… –añadió mientras dejaba de comer y se limpiaba las manos.
-Bueno, estoy seguro de que eso se puede arreglar –dijo Draian acercándose al banco en el que estaba sentada Gala.
  Draian se sentó a su lado y puso la mano sobre la herida de la joven, con los labios entrecerrados dijo unas palabras que Gala no pudo comprender y entonces él apartó la mano y se levanto.
-¿Mejor? –preguntó.
-Mucho –respondió sorprendida a la vez que se tocaba la piel lisa y perfecta donde antes había una herida abierta.
-Estas llena de barro. Necesitas un baño.
-Si… puede que encuentre una bañera en las mazmorras. –bromeó.
  El elfo echó a reír y salió por la puerta. Gala sin dudarlo le siguió. Draian era el único que hasta ahora se había portado realmente bien con ella, estaba segura de que no dejaría que la hicieran daño delante de él.
-Espero que esta habitación sea de tu agrado Gala –dijo deteniéndose delante de una puerta azul ornamentada con hojas de color bronce -. Dentro tienes todo lo que puedes necesitar, incluso ropa que creo que te servirá.
-Puede que a Neret no le guste esto… –dijo Gala con miedo en sus palabras.
-No te preocupes. Es más bueno de lo que parece ser. Yo hablaré con él.
  Draian sonrió y se alejó con paso firme. Mientras desaparecía escaleras abajo Gala entró en la habitación y cerró la puerta con un pestillo enorme que tenía a la altura del cuello. Se dio la vuelta y pudo ver una cama más alta de lo normal al final de la habitación, tenía unas sábanas y una colcha que parecían de seda y algodón, el color rojo de estas hacia juego con las cortinas gruesas que colgaban del techo, y también con el armario que se encontraba a su derecha decorado con las mismas hojas color bronce de la puerta. Había una alfombra rectangular de color negro desde la puerta hasta la cama, parecía suave. Pero lo que más llamó la atención de Gala fue una puerta al fondo a la derecha que dejaba ver un suelo de mármol anaranjado con una bañera de cuatro patas del mismo tono. Fue directa a llenarla de agua tibia, quitándose lo que quedaba de su vestido por el camino. Se sumergió por completo en el agua y por un momento olvidó hasta el lugar en el que estaba.


  En el recinto de adiestramiento estaba Neret, con el pecho al descubierto y espada en mano, dando consejos a un grupo de sus soldados sobre como luchar.
-¡Neret! –le llamó a voces Draian desde lejos.
  El líder dejó su espada y los soldados continuaron practicando mientras él saltaba la valla para acercarse de una carrera a Draian.
-¿Qué pasa? –preguntó.
-He llevado a Gala a una habitación. En la segunda planta, al lado de las escaleras –dijo Draian sin temor a como pudiera reaccionar Neret.
-No se quedará ahí.
-Pero… No puedes encerrarla en una celda…
  Neret agachó la cabeza y levantó la mirada hacia Draian con una pequeña sonrisa.
-Quiero que duerma en la habitación que está al lado de la mía.
  Draian se quedó sorprendido.
-¿En serio? –preguntó sin creerse lo que escuchaba.
-Si. Draian, nunca te he tratado como un soldado, siempre has sido un hermano para mí. Me has aconsejado, me has guiado y siempre por el camino correcto. Si dices que estando ella aquí las cosas irán a mejor, se quedará aquí. Y si dices que es especial, no puedo dejar que esté lejos de mí, ¿no crees?
-Haces lo correcto –respondió con alivio y satisfacción -. Pero sabes que es muy rebelde, que algo dentro de ella intentará irse de aquí. Tendrás que tener paciencia.
-Intentaré tenerla, pero tal vez ella también tenga que tenerla conmigo.
-No la tendrá si la golpeas cada vez que hace algo mal.
-Me conoces Draian, nunca he tocado a ninguna mujer. No sé que me pasó por la cabeza en ese instante para golpearla.
-Lo sé. Tranquilo.
  Neret dio un toque en el hombro a Draian y caminó hasta adentrarse en el castillo. Tal y como suponía el elfo, Neret fue a la habitación de Gala, pero al intentar entrar vio que había cerrado la puerta con pestillo. En un acto de preocupación por lo que podría estar pasando dentro de la habitación y temiendo por las intenciones de Gala, dio una patada a la puerta azul y arrancó el cerrojo.
-¿Gala? –la llamó dando unos pasos hacia la alfombra.
  Entonces la vio, estaba en la bañera con el pelo mojado cayendo hacia el lado derecho de su cuello. Gala había perdido la noción del tiempo, estaba relajada hasta que Neret llegó y la sobresaltó con ese asalto a la habitación, haciendo que el agua de la bañera salpicara el suelo.
-Hola –dijo Neret de lo más natural acercándose lentamente a ella.
  Gala no entendía nada, acababa de arrancar el cerrojo de su habitación, ella estaba desnuda en la bañera y él se acercaba sin motivos para decir un simple “Hola”.
-Esto no es protegerme, parece una obsesión –le reprochó Gala.
-¿Sería un problema para ti que estuviera obsesionado contigo? –preguntó Neret agachándose al lado de la bañera y tocando delicadamente el pelo de Gala.
-Depende –respondió con timidez.
-¿De que?
  Gala guardó silencio, no sabía que responder. El torso de Neret seguía desnudo y eso la desconcentraba por completo. Tal y como suponía, Neret tenía unos músculos perfectos, y en el pecho algo de vello que le hacía aun más hombre.
-¿Puedes darme algo para taparme? –dijo evitando la pregunta de Neret.
  Él sonrió. Cogió una especie de sábana suave y negra y se acercó a ella. Gala se levantó, salió de la bañera y pisó el suelo de mármol frío. Neret, sin dejar de mirarla a los ojos la enroscó en la suave tela.
-Te llevaré a tu verdadera habitación –dijo Neret.
  Y la colgó de su hombro como si fuera un saco, mientras ella gritaba que la soltara y daba patadas al aire.
  Salió de la habitación por la puerta azul y Draian estaba justo allí, saliendo de la habitación de enfrente. Neret le miró y Draian arqueó una ceja. Y sin decir nada, el líder torció a la izquierda y se fue escaleras arriba. Draian le siguió con la mirada, pestañeó un par de veces y sin decir nada se fue, escaleras abajo. 

martes, 17 de julio de 2012

Siete

  Amaneció en Drukan y Draian pasó por delante de la habitación de Neret como siempre, de camino al comedor. Pero esta vez se detuvo en su puerta y vio sangre en el picaporte dorado. No dudó, entró sin llamar.
-¿Qué ha pasado? –preguntó mientras miraba a su alrededor buscando algún asesino.
-¿Qué? –dijo Neret sin saber que pasaba y con cara de sueño.
-Hay sangre en el picaporte de tu puerta –le informó Draian acercándose a la cama donde se encontraba.
  Neret tardó unos segundos en contestar.
-Ayer tuve un problema, pero todo está bien –dijo al fin.
   Draian no podía leer el pensamiento, pero si podía adentrarse en el interior de las personas y sentir lo mismo que ellas sienten, descubriendo así sus miedos, sus inquietudes o incluso sintiendo su dolor.
-Tu interior está inquieto –afirmó Draian.
-Tenías razón… Respecto a Gala… Ayer la golpee –dijo incorporándose en la cama.
-¿Tan pronto? ¿Qué pasó? –preguntó angustiado y con la mirada llena de pena.
-La llevaron por error a las mazmorras. Fui a sacarla de allí y me golpeó con un palo… ¿Te lo puedes creer? Ni un guerrero armado se enfrentaría a mi y ella me golpea con un palo…
  Por un momento Draian soltó una pequeña risa.
-Neret, los guerreros saben quien eres, ella no. Por eso se atreve a contestarte y a pegarte y se atreverá a mil cosas más con tal de salir de esta fortaleza. Lo único que quiere es ser libre.
-Entonces que se vaya.
-Pero no tiene a donde ir…
-¡Por eso la traje aquí! –gritó Neret cabreado consigo mismo mientras se ponía en pie -. No dejaré esto así Draian. Ella no tiene a donde ir y yo necesito mujeres para mis hombres. Si intenta escapar otra vez le enseñaré quien manda.
-Ella debe ser para ti, no para tus soldados.
  Draian no soltó ni una sola palabra más. Se dio la vuelta hacia la puerta y se fue.


  Pasada aproximadamente una hora Neret fue a las mazmorras.
-Despierta, ya has dormido suficiente –dijo mientras entraba en la celda de Gala.
  La joven estaba tirada en el suelo, encogida a más no poder y por su frente había varias zonas con sangre seca.
-Estoy despierta –dijo con miedo.
-Ven aquí –ordenó Neret.
-No soy un perro, no obedezco tus órdenes.
-¿Quieres quedarte encerrada aquí y morirte de hambre? Bien, menos trabajo para mi –dijo mientras hacia el amago de cerrar la puerta de la celda.
-¡No! ¡Espera! –gritó Gala levantándose del suelo.
  Neret se detuvo firme con la puerta entreabierta. Llevaba ropa de cuero negro que le daba un aspecto aun mas temible y Gala se quedo mirándole durante unos segundos.
-Tengo hambre –susurró Gala con timidez.
-Tienes trabajo. Después comerás –dijo Neret serio y firme mirándola fijamente a los ojos.
  Gala asintió y se acercó a él.
-Tú primero. Si corres ya sabes donde acabarás.
-En el suelo… –añadió Gala triste.
  Neret guió a Gala por los pasillos y finalmente salieron a una gran explanada de tierra por una puerta de madera más pequeña que la principal.
-Sígueme –ordenó Neret.
  Gala miró a su alrededor. Había soldados practicando con espadas en un recinto hecho con vallas de madera vieja, también había hombres limpiando caballos y llevando armaduras de una pequeña cuadra al interior del castillo. Ahora entendía por qué Neret la dejó caminar detrás de él sin importarle, sin mirar hacia atrás. No tenía escapatoria. Había demasiados soldados y las murallas de la fortaleza eran altísimas. Así que no le quedó más remedio que obedecer.
-Entra –dijo Neret después de abrir la puerta de una pequeña caseta de piedra -. Coge eso –añadió señalando a un cubo que tenía agua y a un trapo que parecía estar limpio.
-¿Qué voy a hacer con esto? –preguntó Gala sorprendida.
  Neret no contestó a su pregunta y se limitó a sentarse en un unas vigas que hacían de banco al lado de una de las ventanas. Gala no dejaba de mirarle así que él sin decir nada se dio con la mano unos toques en la pierna izquierda para que ella se sentará y le dedicó una sonrisa traviesa a la vez que feroz. Ella se acercó despacio y se sentó en su pierna con el cubo y el trapo en la mano.
-¿Y ahora? –preguntó Gala.
  Neret levanto por un instante los ojos como si quisiera mirar a su ceja izquierda y volvió a centrar la mirada en la chica.
-Está bien –dijo resignada.
   Gala empapó el trapo en agua y comenzó a limpiarle con delicadeza la sangre seca que había en su cara. Fue entonces cuando se fijó realmente en todos sus rasgos. Tenía una melena negra y más bien lisa que le llegaba unos tres centímetros por debajo del pecho, también barba de pocos días que le hacía aun más atractivo y resaltaba su mandíbula algo ancha y perfecta, sus ojos eran de un tono azul oscuro, tan oscuro como un día de tormenta. Sus labios eran más bien gruesos, daban ganas de besarlos. A juzgar por la ropa ajustada de cuero Gala diría que es musculoso y sin duda, con una gran espalda. Lucía un collar de plata que se ensanchaba simétricamente desde el broche hasta llegar a una piedra ovalada, negra y muy brillante.
  Quedó embelesada por completo y entonces decidió hablar.
-¿Qué vas a hacer conmigo? –preguntó con cara inocente mientras continuaba limpiándole.
-Nada. Son mis hombres los que harán contigo lo que quieran –respondió serio.
  No era la respuesta que Gala quería escuchar, llevaba mucho tiempo rechazando hombres y no consentiría que unos desconocidos hicieran con ella lo que quisieran.
-Ningún hombre a mandado sobre mi nunca –dijo -. No dejes que me toquen…
  Gala paró de limpiarle la sangre y le miró fijamente a los ojos para después agachar la mirada.
-Hagamos un trato –sugirió Neret quitándole el trapo a Gala -. Tú me obedeces y yo te protejo.
  Neret comenzó a limpiar la sangre que tenía Gala en la cabeza por culpa de su golpe y cuando terminó la miró a los ojos.
-¿Trato hecho? –preguntó.
-Si, trato hecho.

sábado, 14 de julio de 2012

Seis

  Tras un largo camino, Gala, Neret y sus doce soldados llegaron al anochecer a la fortaleza Drukan, situada en el reino del norte donde Neret lideraba.
 Gala bajó de Leteo con ayuda de Draian ya que seguía con las manos atadas. Nada más pisar el suelo miró el camino que habían seguido hasta detenerse, pero este desaparecía entre las sombras de la noche dando importancia al cielo levemente anaranjado en el horizonte, por encima de las muchas montañas que habían dejado atrás.  


               


  Neret llevó a Leteo a un edificio de piedra y madera que parecía ser una cuadra a juzgar por el suelo lleno de paja y las armaduras para caballos que se dejaban ver a través de la gran puerta de madera colgadas en una pared.
-Vive para él y para su reino –dijo Draian a Gala al observar como miraba a Neret.
-¿A que te refieres? –preguntó ella.
-A Leteo. Para él no es solamente un caballo.
 Neret apareció por detrás de Gala cortando la conversación con Draian y agarrándola por una muñeca la hizo caminar hasta la puerta del castillo.
-Llévala a lo que serán sus nuevos aposentos –le ordenó al guardia que estaba firme en la puerta.
  El soldado asintió con la cabeza a su líder y se llevó a Gala por los pasillos agarrándola de las cuerdas que ataban sus manos.
-No le hagas daño –dijo Draian dirigiéndose a Neret.
-Draian, eres mi mano derecha y mi mejor amigo desde hace muchos años, por eso deberías conocerme mejor que nadie y saber que no la tocaré. Ni a ella ni a ninguna otra.
-Te conozco mejor que bien, por eso estoy seguro de que si que la tocarás.
  Neret frunció el ceño, no entendía lo que Draian le quería decir, siempre era demasiado sutil y enigmático.
-Neret, he visto sus ojos, y he visto su corazón. En ella está tu liberación.
-Parece una buena chica, pero no es diferente a las demás. No me liberará de mi carga –dijo Neret mientras entraba en su castillo y se alejaba.
-Si lo hará… -susurró Draian a pesar de que Neret ya no podía escucharle.
  Pasadas las horas, las palabras de Draian no se iban de la cabeza de Neret, y este daba vueltas en su cama sin poder dormir. Se preguntaba así mismo que le ocurría, no podía dejar de pensar en esa chica de pelo anaranjado. Una voz dentro de su cabeza le decía que fuera a verla a su habitación para asegurarse de que estaba allí. Y eso hizo, no quería arriesgarse a perderla.
  Entró en más de veinte habitaciones y en ninguna estaba, así que fue a la puerta del castillo en busca del guardia al que le ordenó llevarla a sus aposentos.
-¿Dónde esta Gala? –preguntó al soldado.
-No sé quien es Gala señor.
-La chica que te entregué hace horas con las manos atadas. ¿Dónde está?
-La llevé a las mazmorras, como ordenasteis.
-Te ordené que la llevaras a sus aposentos –gritó.
-Lo siento… Creí que bromeabais, como tenía las manos atadas… Yo… Lo siento señor… -tartamudeó el soldado.
-No quiero que vuelva a ocurrir.
  Neret se apresuró a entrar en el castillo y después de recorrer tres pasillos bajó unas escaleras de piedra en forma de caracol para llegar a las mazmorras y comenzó a abrir todas las puertas de los calabozos hasta que la encontró. Allí estaba, con las manos atadas a la pared con una cadena de hierro. Estaba encogida, con la cabeza apoyada en la pared. Tenía los ojos cerrados y su melena ondulada y alborotada por la humedad caía por delante de sus hombros tapándole la cara en su mayor parte.
-¿Gala? –dijo Neret para asegurarse de que estaba dormida.
  No tuvo respuesta por lo que se acercó a ella y se agachó para estar a su nivel. Le apartó el pelo de la cara con suavidad y se lo puso por detrás de la oreja, mostrando así la piel pálida de su cara.
-Eres preciosa –susurró.
  En ese momento Gala abrió los ojos y se quedó quieta y asustada al ver a Neret agachado a su lado. Se había quedado dormida de agotamiento, ella solo pensaba en como escapar de allí.
-Siento que estés aquí, se supone que debían haberte llevado a una habitación donde podrías descansar en unas buenas condiciones, pero hubo un malentendido –dijo mientras le quitaba los grilletes.
  Gala quería salir corriendo, pero pensó que no era un buen momento, así que actuó de la forma más normal que pudo.
-No importa –contestó con voz dulce.
-Te llevaré a tu habitación. Sígueme.
  Gala se levantó del suelo húmedo y caminó en silencio detrás de Neret por los pasillos oscuros. Cuando llegaron a las escaleras de caracol Gala vio apoyado en la pared un palo grueso de madera de unos cincuenta centímetros. No dudo en cogerlo y mientras Neret subía ella le pegó con fuerza en la espalda, pero no con la fuerza suficiente como para que le doliera siquiera. Neret se dio la vuelta rápidamente y ella volvió a golpearle haciéndole una brecha en la ceja izquierda.
-Te arrepentirás de esto –dijo Neret.
  Ella soltó el palo y empezó a correr por los pasillos de las mazmorras, pensando que encontraría una salida, pero Neret corrió detrás de ella. No le costó ningún esfuerzo alcanzarla, y cuando la tenia delante la agarró por el pelo y la tiró al suelo poniéndose encima de ella como si estuviera sentado para que no pudiera levantarse.
-¡Suéltame! –grito Gala -. No tienes ningún derecha a…
  Neret cortó su frase pegándola en la cara. La cabeza de Gala pegó contra las piedras del suelo y la dejó inconsciente, así que la cogió en brazos y la metió de nuevo a su celda. Se tocó la ceja con los dedos de la mano y fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba sangrando. Cerró la puerta del calabozo con llave y miró a través de los barrotes a Gala. Recordó de nuevo las palabras de Draian y cerró los ojos para darse la vuelta y volver a su habitación.