Plata

Cuenta la leyenda que para finalizar la batalla de los dioses por tener poder absoluto en la Tierra, Ares mató a Hefesto tras arrojar al mundo deseado el collar de plata que colgaba de su cuello, al que dotó de dones excepcionales para que la paz reinara en la Tierra. Sin saber esto, Ares lanzó su ira hacia toda criatura viviente en ella. Su primer intento solo hizo que la inmensa plata que ahora abrazaba la Tierra se rompiera en dos, pero al segundo intento toda su violencia y fuerza se reflejaron en el perfecto metal y murió abatido por su propio poder de destrucción. La plata se redujo hasta adoptar la forma perfecta para el cuello de un ente de ese planeta y se unió por una gema de gran poder. El amor entre dos seres humanos puede traer la paz a los reinos divididos, pero la guerra entre humanos, elfos, semielfos y bestias decidirá si reina el bien o el mal.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Uno

  Las corazas color cobre de aquel caballo negro reflejaban el sol de la madrugada. Su profunda respiración era para Gala un estruendo en su cabeza. Agachada debajo de un carro de paja escuchaba gritos y veía espadas llenas de sangre.
-¡Rápido! Quemad las casas y matad a los prisioneros. ¡Aquí no está! Perdemos el tiempo. –gritó el hombre del caballo a sus soldados.
  Tenía una armadura oscura y su piel no se dejaba ver más que alrededor de los ojos, a través de un casco que le hacia aún más temible.
  La aldea de Gala fue destruida en apenas unos minutos. Todo lo que conoció en sus ocho años de vida estaba ahora hecho cenizas. Era demasiado pequeña para saber que buscaban, pero no para sentirse sola, confundida y aterrorizada. Una familia la acogió tres días después de la masacre, cuando se enteraron de que sus padres habían sido asesinados. Tal vez no se diera cuenta, pero su destino tenia mucho que ver con aquellos soldados a los que con todas sus fuerzas quiso olvidar en los próximos nueve años.



  Gala se había hecho toda una mujer a pesar de sus diecisiete años de juventud. Era una chica humilde, de gran corazón. Pero era más conocida por su valentía y coraje. Ansiaba la libertad y nada la detenía si quería algo. Alejandro, un hombre fuerte pero de apenas veintidós años fue quien la protegió siempre y se ganó su confianza. Su pelo era oscuro como la noche y sus ojos de un color miel apagado. Gala siempre los envidió.
-¿Cuándo te dejarás domar? –dijo riendo Alejandro mientras saltaba la valla de la casa de Gala- He visto como te ofrecían compromiso de nuevo.
-Estar atada no es lo mío, además, ¿Qué felicidad puede surgir al entregarte a quien no amas?
-Tal vez si te abrieras a alguien descubrirías que le quieres… ¿no crees?
-Puede ser, de todas formas ya sabes que…
-Si, lo se –la cortó rápidamente- puedes valerte por ti misma desde que la familia que te acogió te abrió la puerta para que salieras a buscarte la vida.
-No es sólo buscarme la vida. Es ser algo más.
-¿Algo más?
-Si, tener una historia que contar. Tener una vida distinta a la del resto. Ser una leyenda.
-Está bien, si es lo que deseas adelante –dijo mientras le dedicaba una sonrisa como dándole la razón a una niña pequeña- los dos sabemos que una mujer luchando en batalla no es lo más apropiado. Te gustaría alzar una espada para defender la justicia, pero no puedes cambiar años de tradición sólo porque que creas que es algo emocionante. Un campo de batalla no es lugar para una dama y menos aún si esa dama es tan frágil como tú.
-¿Vienes? –preguntó una voz cortante a Alejandro desde un caballo-
-Por supuesto Reyen –contestó con firmeza- Gala tengo que irme, estaré de vuelta en unos días.
  Ella nunca entendía el por qué de sus viajes, ¿por qué desaparecía siempre unos días a la semana? Él nunca se lo quiso explicar así que solamente asintió con la cabeza mientras miraba al hombre del caballo, quien lucía media melena de un rubio oscuro. Los rasgos de su cara eran sin duda armoniosos, pero dentro de esa armonía había algo inquietante que mostraba en su mirada. Tenía unos ojos profundos y oscuros. Se quedo hipnotizada con esa mirada que no se apartaba de ella.

  Se alejaron galopando por el camino de tierra que levantaba polvo a su paso. Al caer la noche llegaron a la fortaleza donde Reyen y su ejercito se refugiaban. Reyen era un hombre poderoso, dominaba toda la parte sur de la península. Era un líder voluble excepto por su afán de conseguir poder.
  Dejaron los caballos y recorrieron cuatro pasillos hasta llegar a la sala principal, donde se veía al fondo un gran trono de color oro y terciopelo rojo. A los lados de la sala había mesas largas y bancos de madera oscura en los que estaban sentados bebiendo vino los jefes de batería del ejercito de Reyen. Los azulejos blancos y negros del suelo daban sensación de frío y las lámparas de araña alumbraban la sala, junto con la tenue luz de la luna que entraba por los ventanales.
-Tengo un nuevo encargo para ti, Alejandro –dijo Reyen mientras se sentaba en el trono.
-Te dije que quería acabar con esto. No quiero seguir –protestó.
-Y yo te dije que no puedes dejarlo si no quieres acabar muerto. Eres mi mano derecha, mi fiel mensajero e intermediario…
-¡Lo que hacemos no está bien! –dijo con ira Alejandro cortando la palabra a Reyen-. Secuestrar mujeres para tenerlas de esclavas, intercambiarlas como si fuesen animales… No quiero que pese en mi conciencia durante el resto de mi vida.
-Llegas tarde para eso ¿no crees? Pesará en tu conciencia, lo dejes ahora o no.
-Nunca es tarde para hacer lo correcto
-Es esa mujer –dijo entre carcajadas Reyen-. Te ha robado el corazón con sus encantos y ahora quieres ser el hombre perfecto. Pero por dejar esto no vas a ser más noble. Lo hecho, hecho está.
-No metas a Gala en esto –rugió a Reyen.
-Gala, así que ese es su nombre… -dijo con voz interesada.
  Reyen se quedó en silencio durante unos segundos mientras Alejandro estaba de pie en el medio de la sala.
-Te propongo algo –dijo Reyen con voz misteriosa-. Tráela aquí, a mi fortaleza. Si lo haces…eres libre.
-¡No! ¡Jamás! –gritó-. Nunca te entregaré a Gala. No se lo merece y yo sería incapaz de hacer algo malo para ella. Además, yo ya soy libre. No soy tu esclavo.
-No, no eres mi esclavo. Pero sabes que no puedes desaparecer del mapa tan fácilmente. Si quieres dejar todo esto sin tener la cabeza separada del cuerpo, te recomiendo que aceptes mi trato. No sufrirá, la trataré como una invitada. Sólo quiero comprobar si eres digno de mi confianza como para dejarte ir sin matarte. Tráela, y serás libre.
-¿Podré irme con ella? –preguntó.
-Podrás. ¿Aceptas?
-Acepto… -contestó, sin darse cuenta del error que había cometido.
  Alejandro se enamoró de Gala nada más conocerla. Se enamoró de sus ojos color esmeralda y de su pelo anaranjado, de su palidez, incluso de su aroma. Le embelesó su risa dulce y sus palabras humildes buscando justicia. Él nunca le haría daño, al menos no queriendo.

7 comentarios:

  1. Parece interesante, te animo a continuar.

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  2. Odio a Reyen. No se porque, pero me cae mal -.- Jajaj, en serio :) Me fascino, publica pronto!

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  3. Hola Un placer saludarte, y a la vez felicitarte por tan interesante Historia. me gusta porque conlleva de todo, amor , y todo lo demas, esta muy bien elaborado cada capitulo..

    besos. cuidate.

    gracias por pasar por mi blog.


    (¯`•.•´¯) (¯`•.•´¯)

    *`•.¸(¯`•.•´¯)¸.•´

    ¤ º° ¤`•.¸.•´ ¤ º° ¤ •.¸¸.•´¯`•.¸¸.☆♡

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  4. Linda la historia promete ser algo digno que leer. Sigue así y espero que mi bloc te guste tanto como a mi me ha gustado tu historia... besos y suerte!!!

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  5. oh vaya me gusta mucho la historia
    creo que conseguiras que me enganche ;)

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