Plata

Cuenta la leyenda que para finalizar la batalla de los dioses por tener poder absoluto en la Tierra, Ares mató a Hefesto tras arrojar al mundo deseado el collar de plata que colgaba de su cuello, al que dotó de dones excepcionales para que la paz reinara en la Tierra. Sin saber esto, Ares lanzó su ira hacia toda criatura viviente en ella. Su primer intento solo hizo que la inmensa plata que ahora abrazaba la Tierra se rompiera en dos, pero al segundo intento toda su violencia y fuerza se reflejaron en el perfecto metal y murió abatido por su propio poder de destrucción. La plata se redujo hasta adoptar la forma perfecta para el cuello de un ente de ese planeta y se unió por una gema de gran poder. El amor entre dos seres humanos puede traer la paz a los reinos divididos, pero la guerra entre humanos, elfos, semielfos y bestias decidirá si reina el bien o el mal.

domingo, 29 de julio de 2012

Nueve

  Neret nunca tuvo mucha delicadeza, no sabía como actuar con dulzura de continuo. Cuando quería hacer algo lo hacia como una orden a sí mismo. Así que con Gala a hombros llegó a la habitación que estaba al lado de la suya. La dejó en el suelo y le abrió la puerta verde caballerosamente.
-Espero que sea de tu agrado –dijo Neret.
  Gala entró en la habitación y se sorprendió al ver que era totalmente igual que la otra, excepto por el tamaño, esta era mucho más espaciosa.
-En la otra  habitación tenía ropa –dijo Gala.
-En esta también y te aseguro que te gustará mucho más.
-¿Eso quiere decir que te gusta más a ti? –pregunto enfurruñada.
-Exacto –contestó mostrando sus dientes blancos.
  Neret cerró la puerta de la habitación dejando a Gala dentro y se fue caminando despacio siendo consciente de que necesitaba su chaleco para cubrirse.

-Al fin te encuentro. ¿Dónde te habías metido? –preguntó Draian a Neret en la entrada principal.
-Yo estaba con…
  Draian no le dejó acabar de hablar.
-Ya, vale. No haré comentarios al respecto –dijo sonriendo -. Toma tu chaleco, supuse que lo buscarías.
-Oh si, gracias.
-Deberías hacerle un regalo –sugirió Draian tras un corto silencio -. Lo he estado pensando y tal vez darle algo significativo haga que se sienta más cómoda y que vea que aquí está bien.
-¿Un regalo?
-Si Neret, un regalo. Para ti es difícil de asimilar, pero cuando una persona quiere a otra normalmente le regala algo significativo.
-¿Desde cuando?
-¿Sabes que? Olvídalo –dijo Draian desesperado -. No tienes que entenderlo, simplemente hazlo. ¿De acuerdo?
-Está bien…
  Draian sonrió.
-Te echo una carrera –dijo el elfo mientras echaba a correr, sabiendo que Neret no tardaría dos segundos en perseguirle.
  Draian y Neret se comportaban como niños cuando estaban a solas. Disfrutaban haciendo tonterías que delante de los soldados no podían, especialmente Neret. Debía mantener la apariencia de un líder duro, fuerte y justo. Aunque realmente lo fuera no podía permitirse el lujo de tomarse un descanso y dejar de estar firme delante de cualquiera que no fuera Draian, su mejor amigo desde antes de que pudiera recordar. Se protegían mutuamente y maduraban en un abrir y cerrar de ojos si alguien podía verles. Su amistad estaba basada en la confianza y reforzada por el tiempo. Ambos sabían que nadie les separaría.



  Pasaron dos semanas y a pesar de que Neret no se acercó prácticamente a Gala por falta de tiempo, no hubo ningún intento de huida por parte de la joven, así que podría decirse que fueron dos semanas tranquilas.
-¡Cállate! –gritó alguien desde el interior del castillo.
  Neret estaba fuera con los caballos, y miró para el ventanal del que provenía la voz masculina. Era el de la habitación de Gala.
  Corrió hasta llegar a la habitación de puerta verde y por segunda vez arrancó el cerrojo debido a la preocupación que sentía. Nada más entrar vio como uno de sus soldados agarraba las manos de Gala y la mantenía pegada a su cuerpo. Sin vacilar, Neret se abalanzó sobre él, recibiendo un puñetazo que hizo que su labio comenzara a sangrar, pero no dejó de darle golpes hasta que solo quedó un cuerpo inconsciente en el suelo.
-¿Te encuentras bien? –preguntó a Gala, que se encontraba de pie al lado de la cama, más pálida de lo normal.
-Si… –susurró.
-¿Te ha molestado alguien más?
-No…
  Sin decir ni una sola palabra más, Neret salió de la habitación y al segundo entraron dos soldados para llevarse el cuerpo del hombre caído.
  Gala se sentó en la cama sin pestañear, añorando el calor de su hogar. Incluso aquel tiempo en el que podía correr hacia Alejandro y sentirse amada. Pero eso era pasado, sabía que debía aguantar allí, aunque a partir de ahora las cosas serían distintas. En las últimas dos semanas había intentado no llamar la atención, algo casi imposible por las ropas que Neret le había dejado en el armario, ya que eran chalecos y pantalones cortos de cuero ajustado. No eran apropiadas para pasear con ellas, ni para cualquier otra función. Tampoco había intentado huir, ni dio problemas a Neret, pero a partir de ahora su comportamiento debería ser mucho más rebelde, si no más soldados intentarían forzarla pensando que ella no se resistiría.


  Gala se dirigió al comedor después de unas horas, al atardecer. Y bajó a la cocina por las escaleras de piedra que había nada más entrar a la izquierda.
-¿Puedo ayudarte en algo? –le dijo una mujer con amabilidad.
-No… Bueno… Yo me preguntaba si podría ayudar en algo…
-¿Ayudar? –preguntó sorprendida -. Esto es la cocina, no creo que a Neret le guste que estés aquí. Deberías volver a tu habitación…
  Un chirrido de una de las puertas de la cocina llamó la atención de ambas. Draian había escuchado la conversación e intervino en ella evitando una situación incómoda.
-Veo que has conocido a la mejor cocinera de Drukan.
-No he tenido la oportunidad de presentarme formalmente –dijo Gala.
-Lo siento –añadió la mujer -. Me llamo Rebecca.
  La cocinera tenía una larga melena ondulada de color castaño, a juego con unos ojos algo más oscuros. Sus facciones eran finas y su cuerpo delgado. Vestía con una falda anaranjada que llegaba hasta el suelo, cubierta en una pequeña parte con un delantal blanco a juego con su camisa, que estaba metida por dentro de la falda.
-Yo soy…
  Rebecca la interrumpió.
-Gala. Lo sé. Todo el mundo lo sabe.
  De nuevo Draian intervino dirigiéndose a Gala.
-Siéntate –dijo amablemente señalando una silla que estaba al lado de una mesa, en el centro de la cocina -. Estoy seguro de que Rebecca encontrará algo con lo que la podrás ayudar.
  Draian cogió con delicadeza el brazo de la cocinera y la hizo avanzar pasando un par de arcos de ladrillo que llevaban a otras salas de cocina. A esa distancia no podía escuchar la conversación que mantenían, pero si podía verles. Draian parecía intentar convencer a Rebecca de algo, y ella movía la cabeza de forma negativa.
  De nuevo la puerta chirriante llamó la atención a sus espaldas.
-¿Qué haces aquí? –dijo Neret muy serio.
  Gala señaló a Draian y a Rebecca sin dejar de mirar a Neret.
-Me preguntaba si podía hacer algo de utilidad. No puedo estar todo el día encerrada en la habitación.
-Yo te buscaré algo con lo que entretenerte. Dame tres días.
  Neret levantó la mirada hacia su amigo y Rebecca, y Gala copió su gesto. Draian acariciaba con delicadeza el rostro de la cocinera y la miraba como si estuvieran solos en el mundo.
  Draian estaba enamorado, no había duda.

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