Tras un largo
camino, Gala, Neret y sus doce soldados llegaron al anochecer a la fortaleza
Drukan, situada en el reino del norte donde Neret lideraba.
Gala bajó de Leteo con ayuda de Draian ya que seguía con las
manos atadas. Nada más pisar el suelo miró el camino que habían seguido hasta
detenerse, pero este desaparecía entre las sombras de la noche dando
importancia al cielo levemente anaranjado en el horizonte, por encima de las
muchas montañas que habían dejado atrás.
Neret llevó a Leteo
a un edificio de piedra y madera que parecía ser una cuadra a juzgar por el
suelo lleno de paja y las armaduras para caballos que se dejaban ver a través
de la gran puerta de madera colgadas en una pared.
-Vive para él y para su reino –dijo Draian a Gala al
observar como miraba a Neret.
-¿A que te refieres? –preguntó ella.
-A Leteo. Para él no es solamente un caballo.
Neret apareció por
detrás de Gala cortando la conversación con Draian y agarrándola por una muñeca
la hizo caminar hasta la puerta del castillo.
-Llévala a lo que serán sus nuevos aposentos –le ordenó al
guardia que estaba firme en la puerta.
El soldado asintió
con la cabeza a su líder y se llevó a Gala por los pasillos agarrándola de las
cuerdas que ataban sus manos.
-No le hagas daño –dijo Draian dirigiéndose a Neret.
-Draian, eres mi mano derecha y mi mejor amigo desde hace
muchos años, por eso deberías conocerme mejor que nadie y saber que no la
tocaré. Ni a ella ni a ninguna otra.
-Te conozco mejor que bien, por eso estoy seguro de que si
que la tocarás.
Neret frunció el
ceño, no entendía lo que Draian le quería decir, siempre era demasiado sutil y
enigmático.
-Neret, he visto sus ojos, y he visto su corazón. En ella
está tu liberación.
-Parece una buena chica, pero no es diferente a las demás.
No me liberará de mi carga –dijo Neret mientras entraba en su castillo y se
alejaba.
-Si lo hará… -susurró Draian a pesar de que Neret ya no
podía escucharle.
Pasadas las horas, las
palabras de Draian no se iban de la cabeza de Neret, y este daba vueltas en su
cama sin poder dormir. Se preguntaba así mismo que le ocurría, no podía dejar
de pensar en esa chica de pelo anaranjado. Una voz dentro de su cabeza le decía
que fuera a verla a su habitación para asegurarse de que estaba allí. Y eso
hizo, no quería arriesgarse a perderla.
Entró en más de veinte
habitaciones y en ninguna estaba, así que fue a la puerta del castillo en busca
del guardia al que le ordenó llevarla a sus aposentos.
-¿Dónde esta Gala? –preguntó al soldado.
-No sé quien es Gala señor.
-La chica que te entregué hace horas con las manos atadas.
¿Dónde está?
-La llevé a las mazmorras, como ordenasteis.
-Te ordené que la llevaras a sus aposentos –gritó.
-Lo siento… Creí que bromeabais, como tenía las manos
atadas… Yo… Lo siento señor… -tartamudeó el soldado.
-No quiero que vuelva a ocurrir.
Neret se apresuró a
entrar en el castillo y después de recorrer tres pasillos bajó unas escaleras
de piedra en forma de caracol para llegar a las mazmorras y comenzó a abrir
todas las puertas de los calabozos hasta que la encontró. Allí estaba, con las
manos atadas a la pared con una cadena de hierro. Estaba encogida, con la
cabeza apoyada en la pared. Tenía los ojos cerrados y su melena ondulada y
alborotada por la humedad caía por delante de sus hombros tapándole la cara en
su mayor parte.
-¿Gala? –dijo Neret para asegurarse de que estaba dormida.
No tuvo respuesta
por lo que se acercó a ella y se agachó para estar a su nivel. Le apartó el
pelo de la cara con suavidad y se lo puso por detrás de la oreja, mostrando así
la piel pálida de su cara.
-Eres preciosa –susurró.
En ese momento Gala
abrió los ojos y se quedó quieta y asustada al ver a Neret agachado a su lado.
Se había quedado dormida de agotamiento, ella solo pensaba en como escapar de allí.
-Siento que estés aquí, se supone que debían haberte llevado
a una habitación donde podrías descansar en unas buenas condiciones, pero hubo
un malentendido –dijo mientras le quitaba los grilletes.
Gala quería salir
corriendo, pero pensó que no era un buen momento, así que actuó de la forma más
normal que pudo.
-No importa –contestó con voz dulce.
-Te llevaré a tu habitación. Sígueme.
Gala se levantó del
suelo húmedo y caminó en silencio detrás de Neret por los pasillos oscuros.
Cuando llegaron a las escaleras de caracol Gala vio apoyado en la pared un palo
grueso de madera de unos cincuenta centímetros. No dudo en cogerlo y mientras
Neret subía ella le pegó con fuerza en la espalda, pero no con la fuerza
suficiente como para que le doliera siquiera. Neret se dio la vuelta rápidamente
y ella volvió a golpearle haciéndole una brecha en la ceja izquierda.
-Te arrepentirás de esto –dijo Neret.
Ella soltó el palo y
empezó a correr por los pasillos de las mazmorras, pensando que encontraría una
salida, pero Neret corrió detrás de ella. No le costó ningún esfuerzo alcanzarla,
y cuando la tenia delante la agarró por el pelo y la tiró al suelo poniéndose encima
de ella como si estuviera sentado para que no pudiera levantarse.
-¡Suéltame! –grito Gala -. No tienes ningún derecha a…
Neret cortó su frase
pegándola en la cara. La cabeza de Gala pegó contra las piedras del suelo y la
dejó inconsciente, así que la cogió en brazos y la metió de nuevo a su celda. Se
tocó la ceja con los dedos de la mano y fue entonces cuando se dio cuenta de
que estaba sangrando. Cerró la puerta del calabozo con llave y miró a través de
los barrotes a Gala. Recordó de nuevo las palabras de Draian y cerró los ojos
para darse la vuelta y volver a su habitación.
No me lo puedo creer!!! jajajaja
ResponderEliminarjajaja te dije que llegaría el día, solo necesitaba tiempo.
EliminarUuh que ganas tenia de otra capitulo, se echaba de menos ^^
ResponderEliminarMe encanto la historia, muy bien narrada y profunda
ResponderEliminarMe gusto mucho tu blog
Besos y suerte!