Plata

Cuenta la leyenda que para finalizar la batalla de los dioses por tener poder absoluto en la Tierra, Ares mató a Hefesto tras arrojar al mundo deseado el collar de plata que colgaba de su cuello, al que dotó de dones excepcionales para que la paz reinara en la Tierra. Sin saber esto, Ares lanzó su ira hacia toda criatura viviente en ella. Su primer intento solo hizo que la inmensa plata que ahora abrazaba la Tierra se rompiera en dos, pero al segundo intento toda su violencia y fuerza se reflejaron en el perfecto metal y murió abatido por su propio poder de destrucción. La plata se redujo hasta adoptar la forma perfecta para el cuello de un ente de ese planeta y se unió por una gema de gran poder. El amor entre dos seres humanos puede traer la paz a los reinos divididos, pero la guerra entre humanos, elfos, semielfos y bestias decidirá si reina el bien o el mal.

martes, 17 de julio de 2012

Siete

  Amaneció en Drukan y Draian pasó por delante de la habitación de Neret como siempre, de camino al comedor. Pero esta vez se detuvo en su puerta y vio sangre en el picaporte dorado. No dudó, entró sin llamar.
-¿Qué ha pasado? –preguntó mientras miraba a su alrededor buscando algún asesino.
-¿Qué? –dijo Neret sin saber que pasaba y con cara de sueño.
-Hay sangre en el picaporte de tu puerta –le informó Draian acercándose a la cama donde se encontraba.
  Neret tardó unos segundos en contestar.
-Ayer tuve un problema, pero todo está bien –dijo al fin.
   Draian no podía leer el pensamiento, pero si podía adentrarse en el interior de las personas y sentir lo mismo que ellas sienten, descubriendo así sus miedos, sus inquietudes o incluso sintiendo su dolor.
-Tu interior está inquieto –afirmó Draian.
-Tenías razón… Respecto a Gala… Ayer la golpee –dijo incorporándose en la cama.
-¿Tan pronto? ¿Qué pasó? –preguntó angustiado y con la mirada llena de pena.
-La llevaron por error a las mazmorras. Fui a sacarla de allí y me golpeó con un palo… ¿Te lo puedes creer? Ni un guerrero armado se enfrentaría a mi y ella me golpea con un palo…
  Por un momento Draian soltó una pequeña risa.
-Neret, los guerreros saben quien eres, ella no. Por eso se atreve a contestarte y a pegarte y se atreverá a mil cosas más con tal de salir de esta fortaleza. Lo único que quiere es ser libre.
-Entonces que se vaya.
-Pero no tiene a donde ir…
-¡Por eso la traje aquí! –gritó Neret cabreado consigo mismo mientras se ponía en pie -. No dejaré esto así Draian. Ella no tiene a donde ir y yo necesito mujeres para mis hombres. Si intenta escapar otra vez le enseñaré quien manda.
-Ella debe ser para ti, no para tus soldados.
  Draian no soltó ni una sola palabra más. Se dio la vuelta hacia la puerta y se fue.


  Pasada aproximadamente una hora Neret fue a las mazmorras.
-Despierta, ya has dormido suficiente –dijo mientras entraba en la celda de Gala.
  La joven estaba tirada en el suelo, encogida a más no poder y por su frente había varias zonas con sangre seca.
-Estoy despierta –dijo con miedo.
-Ven aquí –ordenó Neret.
-No soy un perro, no obedezco tus órdenes.
-¿Quieres quedarte encerrada aquí y morirte de hambre? Bien, menos trabajo para mi –dijo mientras hacia el amago de cerrar la puerta de la celda.
-¡No! ¡Espera! –gritó Gala levantándose del suelo.
  Neret se detuvo firme con la puerta entreabierta. Llevaba ropa de cuero negro que le daba un aspecto aun mas temible y Gala se quedo mirándole durante unos segundos.
-Tengo hambre –susurró Gala con timidez.
-Tienes trabajo. Después comerás –dijo Neret serio y firme mirándola fijamente a los ojos.
  Gala asintió y se acercó a él.
-Tú primero. Si corres ya sabes donde acabarás.
-En el suelo… –añadió Gala triste.
  Neret guió a Gala por los pasillos y finalmente salieron a una gran explanada de tierra por una puerta de madera más pequeña que la principal.
-Sígueme –ordenó Neret.
  Gala miró a su alrededor. Había soldados practicando con espadas en un recinto hecho con vallas de madera vieja, también había hombres limpiando caballos y llevando armaduras de una pequeña cuadra al interior del castillo. Ahora entendía por qué Neret la dejó caminar detrás de él sin importarle, sin mirar hacia atrás. No tenía escapatoria. Había demasiados soldados y las murallas de la fortaleza eran altísimas. Así que no le quedó más remedio que obedecer.
-Entra –dijo Neret después de abrir la puerta de una pequeña caseta de piedra -. Coge eso –añadió señalando a un cubo que tenía agua y a un trapo que parecía estar limpio.
-¿Qué voy a hacer con esto? –preguntó Gala sorprendida.
  Neret no contestó a su pregunta y se limitó a sentarse en un unas vigas que hacían de banco al lado de una de las ventanas. Gala no dejaba de mirarle así que él sin decir nada se dio con la mano unos toques en la pierna izquierda para que ella se sentará y le dedicó una sonrisa traviesa a la vez que feroz. Ella se acercó despacio y se sentó en su pierna con el cubo y el trapo en la mano.
-¿Y ahora? –preguntó Gala.
  Neret levanto por un instante los ojos como si quisiera mirar a su ceja izquierda y volvió a centrar la mirada en la chica.
-Está bien –dijo resignada.
   Gala empapó el trapo en agua y comenzó a limpiarle con delicadeza la sangre seca que había en su cara. Fue entonces cuando se fijó realmente en todos sus rasgos. Tenía una melena negra y más bien lisa que le llegaba unos tres centímetros por debajo del pecho, también barba de pocos días que le hacía aun más atractivo y resaltaba su mandíbula algo ancha y perfecta, sus ojos eran de un tono azul oscuro, tan oscuro como un día de tormenta. Sus labios eran más bien gruesos, daban ganas de besarlos. A juzgar por la ropa ajustada de cuero Gala diría que es musculoso y sin duda, con una gran espalda. Lucía un collar de plata que se ensanchaba simétricamente desde el broche hasta llegar a una piedra ovalada, negra y muy brillante.
  Quedó embelesada por completo y entonces decidió hablar.
-¿Qué vas a hacer conmigo? –preguntó con cara inocente mientras continuaba limpiándole.
-Nada. Son mis hombres los que harán contigo lo que quieran –respondió serio.
  No era la respuesta que Gala quería escuchar, llevaba mucho tiempo rechazando hombres y no consentiría que unos desconocidos hicieran con ella lo que quisieran.
-Ningún hombre a mandado sobre mi nunca –dijo -. No dejes que me toquen…
  Gala paró de limpiarle la sangre y le miró fijamente a los ojos para después agachar la mirada.
-Hagamos un trato –sugirió Neret quitándole el trapo a Gala -. Tú me obedeces y yo te protejo.
  Neret comenzó a limpiar la sangre que tenía Gala en la cabeza por culpa de su golpe y cuando terminó la miró a los ojos.
-¿Trato hecho? –preguntó.
-Si, trato hecho.

1 comentario:

  1. Me gusta mucho la historia, esta muy original, te leo y espero que vayas publicando pronto!
    Te sigo, me sigues?
    Un beeeso!

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